La Danza de las Tijeras: Tradición y Significado cautiva inmediatamente a cualquier espectador con su hipnótico sonido metálico y los movimientos acrobáticos que desafían la gravedad. ¿Te imaginas presenciar una danza donde los bailarines ejecutan piruetas imposibles mientras hacen sonar dos piezas de metal como si fueran extensiones de su propio cuerpo? Esta ancestral manifestación cultural andina, declarada Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad por la UNESCO, representa mucho más que un espectáculo: es una forma de resistencia cultural, un diálogo con lo divino y una demostración de destreza física sin igual. Descubre el misterioso mundo de los danzantes de tijeras, quienes según la tradición, obtienen sus extraordinarias habilidades a través de pactos con entidades sobrenaturales. No pierdas la oportunidad de conocer esta fascinante expresión artística que solo podrás experimentar auténticamente en los Andes peruanos.
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¿Cuál es el origen de la Danza de las Tijeras?
El origen de la Danza de las Tijeras se remonta al siglo XVI, durante el período de resistencia indígena contra la colonización española y la imposición del catolicismo en la región andina del Perú. Esta manifestación cultural surgió específicamente en los territorios que hoy comprenden los departamentos de Ayacucho, Huancavelica y Apurímac, como una expresión de rebeldía espiritual y cultural frente a la evangelización forzada.
Los historiadores y antropólogos coinciden en que esta danza está íntimamente ligada al movimiento conocido como «Taki Onqoy» (enfermedad del canto), una rebelión ideológica y religiosa indígena que promovía el retorno a las creencias tradicionales andinas y el rechazo a la imposición católica. En este contexto, los primeros danzantes de tijeras eran considerados representantes de las divinidades ancestrales como los Apus (espíritus de las montañas) y la Pachamama (Madre Tierra).
La evolución histórica de esta danza refleja el sincretismo cultural que caracteriza a muchas manifestaciones andinas. A pesar de su origen como símbolo de resistencia, con el tiempo incorporó elementos de la cultura dominante, como se puede apreciar en algunos aspectos de la vestimenta. Sin embargo, mantuvo su esencia ritual y su conexión con las fuerzas de la naturaleza, tan importantes en la cosmovisión andina.
Diversas crónicas coloniales hacen referencia a estos danzantes, describiéndolos como individuos con poderes sobrenaturales y habilidades extraordinarias. Estas primeras descripciones ya mencionaban el uso de instrumentos metálicos que producían sonidos rítmicos, antecesores de las actuales «tijeras» que dan nombre a la danza.
¿Por qué recibe el nombre de Danza de las Tijeras?
La Danza de las Tijeras recibe este particular nombre debido al instrumento característico que utilizan los bailarines durante su ejecución. A diferencia de lo que muchos podrían imaginar, no se trata de tijeras convencionales para cortar, sino de dos piezas metálicas independientes que, en conjunto, recuerdan la forma de unas tijeras. Estas piezas, fabricadas tradicionalmente en acero templado o, en algunos casos, en plata, miden aproximadamente 25 centímetros cada una y poseen un espesor que permite su resonancia al entrechocarlas.
El instrumento, conocido en quechua como «haqtacha» o «chakwas», consiste en dos placas metálicas separadas que el danzante sostiene en su mano derecha y entrechoca rítmicamente durante toda la ejecución de la danza. La forma de manipular estas piezas requiere gran destreza, ya que el bailarín debe coordinar el sonido producido con los movimientos corporales y el ritmo de la música que lo acompaña, creando así una compleja sinfonía de sonidos metálicos.
La importancia de estas «tijeras» va más allá de lo meramente instrumental; poseen un profundo significado simbólico en la cosmovisión andina. Según las creencias tradicionales, el sonido metálico que producen sirve como medio de comunicación con las deidades de la naturaleza, principalmente con los Apus o espíritus de las montañas. Cada danzante establece una relación especial con sus tijeras, considerándolas objetos sagrados que no pueden ser manipulados por otras personas.
El nombre también refleja la conexión histórica con herramientas traídas por los españoles durante la colonización. Algunos antropólogos sugieren que la adopción de este elemento metálico representa la apropiación y resignificación de elementos culturales foráneos, transformándolos en símbolos de resistencia e identidad cultural andina.
¿Cuándo se celebra el Día de la Danza de las Tijeras?
El Día Nacional de la Danza de las Tijeras se celebra oficialmente cada 25 de noviembre en Perú, fecha establecida mediante la Resolución Directoral Nacional N° 1208/INC del Instituto Nacional de Cultura (actual Ministerio de Cultura) en 2005. Esta fecha conmemorativa busca reconocer y promover una de las expresiones culturales más emblemáticas del patrimonio inmaterial peruano, declarada además Patrimonio Cultural de la Nación en ese mismo año.
La elección de noviembre para esta celebración no es casual, ya que coincide con el inicio de la temporada de lluvias en la región andina, período tradicionalmente vinculado a ceremonias de agradecimiento a la Pachamama (Madre Tierra) por la fertilidad de los campos. Históricamente, la Danza de las Tijeras se ejecutaba precisamente como parte de estos rituales agrícolas y como forma de invocar buenos auspicios para las cosechas venideras.
Durante esta jornada conmemorativa, se realizan diversos eventos y competencias («atipanakuy») en diferentes localidades del país, siendo las más importantes las que tienen lugar en Ayacucho, Huancavelica y Lima. Miles de espectadores, tanto locales como turistas, tienen la oportunidad de presenciar las impresionantes demostraciones de destreza física y espiritual de los danzantes.
Cabe destacar que, si bien existe este día oficial de celebración, la Danza de las Tijeras puede apreciarse durante todo el año en diferentes contextos:
- En festividades patronales de pueblos andinos, principalmente entre mayo y diciembre.
- Durante celebraciones del calendario agrícola tradicional.
- En eventos culturales en ciudades grandes como Lima, Ayacucho y Huancavelica.
- En fechas especiales como la celebración del Patrimonio Cultural.
Para el viajero interesado en presenciar auténticas representaciones de esta danza, es recomendable coordinar su visita con alguna festividad local en las regiones de Ayacucho o Huancavelica, donde la tradición se mantiene más fiel a sus raíces ancestrales.
¿Cómo se ejecuta la Danza de las Tijeras?
La ejecución de la Danza de las Tijeras constituye un espectáculo de extraordinaria complejidad técnica y artística, estructurado en secuencias o «tonadas» específicas que siguen un orden ritual establecido. Una presentación completa tradicional puede durar varias horas e incluso días, dividida en diferentes segmentos que ponen a prueba distintas habilidades de los danzantes.
El desarrollo típico de esta danza sigue un formato conocido como «atipanakuy» (competencia o desafío), donde dos o más danzantes se enfrentan para demostrar quién posee mayor destreza física, resistencia y conexión espiritual. Esta competencia se divide en secuencias específicas:
- Alba o Entrada: Comienza al amanecer con movimientos lentos y ceremoniosos que sirven como calentamiento y presentación.
- Pampa: Incluye secuencias de saltos y movimientos acrobáticos de dificultad media.
- Alto Ensayo: Presenta coreografías más elaboradas con mayor velocidad y precisión.
- Zapateo: Secuencia caracterizada por complejos patrones rítmicos ejecutados con los pies.
- Prueba de Valor: La fase más impactante, donde los danzantes realizan pruebas extremas para demostrar su resistencia física, como atravesar su cuerpo con agujas, comer animales vivos, caminar sobre vidrios rotos o acostarse sobre cactus.
Durante toda la ejecución, el danzante mantiene un ritmo constante con sus tijeras, entrechocándolas al compás de la música interpretada por el conjunto musical que lo acompaña, compuesto tradicionalmente por arpa y violín. El sonido metálico de las tijeras se integra perfectamente con estos instrumentos, creando una sonoridad única y característica.
Los movimientos corporales combinan elementos acrobáticos con pasos tradicionales, incluyendo:
- Saltos mortales hacia adelante y hacia atrás
- Contorsiones y posiciones invertidas
- Giros sobre el propio eje a gran velocidad
- Vueltas completas en el aire
- Caídas controladas y recuperaciones instantáneas
La técnica requiere años de entrenamiento físico y mental, comenzando generalmente desde la infancia. Los danzantes experimentados pueden realizar más de 200 pasos diferentes, cada uno con un significado simbólico específico dentro de la tradición.
Los Danzantes y su Papel en la Tradición
Los danzantes de tijeras, conocidos en quechua como «Danzaq» o «Tusuq», ocupan un lugar único en la tradición andina, siendo considerados mucho más que simples artistas o bailarines. Estas figuras son vistas como intermediarios entre el mundo humano y el espiritual, poseedores de habilidades sobrenaturales que les permiten ejecutar proezas físicas extraordinarias mientras mantienen una profunda conexión con las fuerzas de la naturaleza.
Según las creencias tradicionales, un verdadero danzante de tijeras obtiene sus poderes a través de un pacto místico con entidades sobrenaturales, especialmente con los Wamani (espíritus de las montañas). Este pacto suele sellarse en lugares sagrados como lagos de altura, cuevas o cataratas. A partir de este momento, el danzante no solo adquiere habilidades físicas excepcionales, sino también conocimientos sobre medicina tradicional, predicción climática y otros saberes ancestrales.
La formación de un danzante comienza generalmente en la niñez, entre los 7 y 10 años, bajo la tutela de un maestro experimentado. Este aprendizaje incluye:
- Riguroso entrenamiento físico para desarrollar fuerza, flexibilidad y equilibrio
- Dominio de las técnicas de manipulación de las tijeras
- Aprendizaje de las secuencias coreográficas tradicionales
- Transmisión oral de los conocimientos místicos y simbólicos
- Instrucción sobre el respeto a los elementos rituales y tabúes
Tradicionalmente, solo los hombres podían convertirse en danzantes de tijeras, aunque en las últimas décadas han surgido también mujeres danzantes que luchan por mantener viva esta tradición, enfrentando resistencias culturales pero ganando progresivamente reconocimiento.
En la estructura social andina, los danzantes gozan de gran respeto y prestigio. Durante las festividades, ellos asumen la representación simbólica de sus comunidades, y su desempeño es interpretado como un augurio sobre el bienestar colectivo. Una buena actuación presagia prosperidad para toda la comunidad, mientras que una derrota puede considerarse un mal presagio.
A lo largo de su vida, un danzante desarrolla su propio estilo y personalidad artística, adoptando nombres ceremoniales como «Qori Sisicha» (Hormiga de Oro), «Halcón» o «Centella», que reflejan cualidades admiradas dentro de la cosmovisión andina y que los identifican durante las competencias rituales.
¿Cómo es el atuendo típico en la Danza de las Tijeras?
El atuendo típico en la Danza de las Tijeras constituye uno de los vestuarios más elaborados y simbólicos dentro de las manifestaciones culturales peruanas. Cada elemento de esta indumentaria posee un significado específico dentro de la cosmovisión andina, representando la fusión entre elementos prehispánicos y coloniales que caracterizan a esta tradición.
La vestimenta completa del danzante incluye los siguientes componentes distintivos:
- Montera: Sombrero de forma semicircular decorado con espejos, cintas multicolores, flores y elementos metálicos. Los espejos cumplen la función simbólica de reflejar la luz solar, estableciendo conexión con las deidades celestiales. En algunas variantes regionales, la montera puede tener hasta 40 centímetros de altura, aumentando la presencia escénica del danzante.
- Máscara o Antifaz: En algunas regiones, los danzantes utilizan un antifaz que cubre la mitad superior del rostro, representando el carácter misterioso y sobrenatural que se les atribuye. Esta pieza suele estar decorada con motivos simbólicos como serpientes o figuras geométricas.
- Pechera y Espaldera: Piezas bordadas que cubren el pecho y la espalda, profusamente decoradas con lentejuelas, hilos metálicos y motivos que representan elementos de la naturaleza como flores, animales o astros. Estos bordados pueden pesar varios kilos y requieren meses de trabajo artesanal.
- Camisa: Generalmente de colores brillantes como rojo, verde o azul, con mangas anchas que facilitan los movimientos acrobáticos.
- Waq’ollo: Pañuelo grande y colorido que cubre parte de la espalda, decorado con borlas y flecos.
- Cinturón o Chumpi: Faja ancha que rodea la cintura, a menudo bordada con motivos simbólicos que identifican la procedencia regional del danzante.
- Pantalón: De tipo bombacho hasta las rodillas, confeccionado en terciopelo o pana, generalmente en colores oscuros como negro o azul marino, con aplicaciones laterales bordadas.
- Medias: Largas y de colores llamativos, frecuentemente con motivos geométricos.
- Zapatillas: Especialmente diseñadas para facilitar los movimientos acrobáticos y el zapateo, con suelas que permiten un buen agarre al suelo.
- Las Tijeras: El elemento más emblemático, que el danzante lleva en la mano derecha durante toda la ejecución. Estas piezas metálicas suelen estar personalizadas con grabados que identifican a su propietario.
Los colores predominantes en la vestimenta varían según la procedencia regional del danzante. Por ejemplo, los de Ayacucho suelen preferir tonalidades rojas y negras, mientras que los de Huancavelica se inclinan por azules y verdes. Esta diferenciación cromática permite identificar inmediatamente la procedencia del artista durante las competencias.
El vestuario completo puede pesar entre 15 y 20 kilogramos, lo que añade dificultad a las ya exigentes acrobacias que realizan los danzantes. A pesar de este peso, los bailarines deben mantener agilidad y precisión en todos sus movimientos, demostrando así su excepcional preparación física y espiritual.